Domingo:
El servicio de Ovidio en la playa fue bueno con las toallas y asoleadoras, pero no ofrecieron bebidas o comida entre las 3:30 p.m. y las 6 p.m. En la habitación, no había dónde colgar ropa mojada, y el agua de la ducha era tibia sin opción a cambiarla, aunque al día siguiente mejoró. La atención del personal en general fue excelente. El restaurante Humo fue una experiencia deliciosa, aunque costosa, pero vale la pena. La playa tiene piedras en algunas partes, lo que dificulta entrar y salir. La piña colada en la playa fue decepcionante: pequeña, aguada y costosa, muy inferior a las del Santa Clara. Los desayunos, por otro lado, fueron de los mejores: variados, frescos y con excelente servicio.
Lunes:
En Maglito, el Hot Wey de $88.000 era sabroso, aunque costoso para un hot dog; no lo repetirían. En el restaurante Bahía, el ceviche cartagenero estuvo delicioso, pero la picanha llegó dura y mal cocida. El mesero ofreció un postre como compensación, pero la prioridad era obtener la carne en su punto correcto. Los cortes de la picanha no fueron adecuados y el cóctel era pequeño y con poco licor. Al final, sorprendió una propina de más de $600.000 incluida por defecto sin explicación. De haber tenido una cuarta noche, habrían optado por el servicio a la habitación en lugar de repetir un restaurante. Además, se notó la falta de platos locales, con una oferta más orientada a extranjeros dispuestos a pagar precios elevados.