Estuve alojada con mi pareja del 10 al 14 de agosto y fue un acierto elegirlo para evitar los agobios turísticos que nos encontramos visitando Santander y alrededores.
Es una de las pocas casas antiguas que quedan en la villa de Mortera, como pudimos comprobar gracias a una foto de 1995. Ahora esta localidad se ha convertido en un verdadero enjambre de adosados y casas nuevas donde antes había monte y zonas de cultivo. Así que es de agradecer a sus propietarios haberla cuidado y darle un aire moderno y cómodo por dentro.
Si se busca tranquilidad, es mejor preguntar antes si habrá menores alojados. A nosotros nos tocaron y, dado que las paredes entre habitaciones pertenecen a la reforma, su grosor no evita oír a los vecinos. Por eso, aconsejo preguntar antes si se quiere evitar estas coincidencias.
El salón comedor de la casa es una delicia para leer, escuchar música o simplemente perder la mirada hacia el verdor del jardín. Los desayunos tipo buffet, perfectos porque se componen tanto de fruta como bollería casera o de la zona, así como tortilla o embutidos.
La habitación en limpieza bien pero al estar en el campo, es inevitable encontrar algún huésped de varias patas y reducido tamaño. Aunque lo peor fueron los mosquitos que entraron al dejar las ventanas abiertas tras arreglar la habitación. Imaginamos que por la humedad de la casa, difícil de contrarrestar, dejan así las ventanas.
Lo mejor sin duda fue el personal del hotel, discretos, educados y muy serviciales.